Don Norberto Bregua, bajó con
solo once años a la recientemente inaugurada Línea "C" de
Subterráneos en 1934. Le dio un lugar para ganarse el mango esos seres anónimos
que pueblan la historia porteña. Era un cajoncito con una tabla que pasaba por
arriba de la banda de goma circulante de la escalera mecánica en el que se
vendía chocolates "Noel".
Mi viejo venía del
conventillo, perdió a su madre siendo muy chico y mi abuelo se casó con otra
señora con hijos que no lo trataba para nada bien, ni a él, ni a su hermano
menor. (El mayor se la rebuscaba con el padre en el camión) Su infancia fue un
largo round. Su vida entera lo fue, en eso nos parecemos tanto...
Con el tiempo, el cajoncito
pasó a vender diarios y revistas; nunca supe que pasó con la persona que lo
ayudó. Conoció a mi vieja en carnavales, ella tenía 13 y él 18. Tengo por ahí
esas fotos arcaicas que se pintaban para darle color, con los dos disfrazados
para la ocasión. Hijos de inmigrantes, de vidas duras, de buscar el mango con
esfuerzo y sin pedir cosas a cambio de nada. Eso era, la máxima deshonra.
Mi viejo estuvo en el grupo de
fundadores del Sindicato de Vendedores de Diarios de la Ciudad Autónoma de Bs.
As. rodeando al fundador de nombre épico; Napoleón Sollazo.
Con el tiempo fue asesor
gremial de dicha institución y viajó por muchas ciudades del interior para
ayudar a crear sindicatos en cada localidad. Recuerdo historias de una casi
radicación en Mendoza y sindicatos de Bahía Blanca, Necochea y Mar del Plata,
si la memoria no me falla, que recibieron su ayuda y consejo para nacer a la
vida gremial. Pudo "bajar" paradas de diarios en cualquier lugar de
Capital y Gran Buenos Aires, para mejorar su situación económica aprovechando
su posición e influencia. Te molía a palos si se lo sugerías. Era de una
honestidad y rectitud intachables. Fue también, un destacado dirigente del
peronismo de La Matanza (ni más ni menos) estuvo en el famoso 17 de octubre,
también en unas cuantas escaramuzas luego del golpe del 55. Un día desperté en
mi cama de niño para ir a la escuela y en la cama de enfrente en lugar de mi
hermano estaba el que fuera varias veces intendente del distrito más grande del
país, Federico Russo, con un balazo en la pierna, escondido por mi viejo en
casa para que no lo agarren los milicos. En el garage funcionaba el mimeógrafo
en dónde se imprimía todo lo concerniente a las órdenes del general. También el
grabador "Geloso", en el que se escuchaban y pasaban en limpio los
discursos e instrucciones que venían de Madrid.
Se hartó de todo en los 70', después de jugarse tantas veces la vida y
rechazar cargos de todo tipo, pese a que el kiosquito no daba para mucho.
Formó con mi vieja una familia
“de esas de antes”. tuvo tres hijos, hizo lo imposible para que mi hermana
fuese "doctora" y ese fue siempre su gran orgullo. Sus dos hijos
varones le sacamos canas verdes, pero aquí estamos, dando batalla. Llevaba 50
años de casado cuando la muerte lo vino a buscar.
A él le debo la nocturnidad,
pues me despertaba sin querer a las dos, dos y media de la mañana, cuando se
levantaba para ir a trabajar. En nuestra
casa chorizo, las habitaciones estaban una al lado de la otra y él pasaba por
la mía, mientras el piso de madera crujía, para ir a las otras dependencias.
Hasta mi cama llegaba el aroma de la colonia "Old Spice", fuerte como
trompada en la nariz, en la cual se empapaba. Luego iba a la cocina a hacerse
un té, volvía a pasar por la pieza y otra vez el crujir del piso y el ruido de
las puertas; se detenía junto mi cama y en invierno, me ponía alguno de sus
viejos sobretodos; éramos pobres, pero no faltaba nada. antes de salir me daba
un beso y hacía lo mismo con mi hermano, yo me hacía el dormido, esperaba
escuchar sus pasos hasta la puerta de calle, abrir el candado y perderse por
Álvarez Jonte rumbo a la estación, para cruzar Rivadavia y tomar en la puerta
del Cine "Belgrano", el 96 a Constitución.
El tiempo pasó, mi hermano y
yo trabajamos con él en el kiosco. Cuando no pudo más, quedé yo solo para
sacarlo adelante y lo vendí para darle una jubilación digna y un buen pasar en
el final. Un 28 de diciembre de 1989, a pocos días de la venta, el ministro
Erman González, confiscó todos los ahorros y nos dejó en la calle para siempre
con los famosos “Bonex 89”. Terminó sus días viviendo en casa de mi hermana
cobrando 150 pesos de jubilación, más $ 50 de "subsidio a la
pobreza". En la misma época,
Cristina (mi esposa) se enfermó con pronóstico más que sombrío y no tenía ni trabajo
ni obra social y cómo además, no me alcanzaba para pagar el alquiler o
directamente para comer, se venía en tren desde Padua a Ramos para cobrar la
jubilación en el viejo banco de Londres y me lo daba para ayudarme. Es una de
las tantas deudas que jamás podré pagar.
La parada de diarios todavía
está en la estación Constitución de la cabecera del subte. Lo corrieron de
ubicación y ahora se encuentra sobre la salida que da a la calle Brasil. Sigue
llevando su nombre. Si vivís en capital y pasás diariamente por allí, dedicále
una oración o un pensamiento noble en nombre de tantos y tantos que ayudó
regalándole el suplemento de clasificados para buscar laburo o la ficha que se
usaba para pasar el molinete para que puedan viajar, o el café con leche o el sánguche
que le dejo pago a tanta gente que sufría la malaria. Fue un hombre cabal y
honesto, un verdadero "canillita", arquetipo de un Buenos Aires de
leyenda que solo existe en textos fundacionales o en los escasos guardianes de
la memoria colectiva.
Fue Don Norberto Bregua, mi
viejo.
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