martes, 13 de octubre de 2009

Con El Viento de La Noche

Fuimos compañeros y amigos de toda la vida. Esos que uno encuentra de pibe y después comparte los arduos caminos hacia la hombría, pasando por el miedo, la duda, el despertar sexual, la vocación artística, en fin, salir al mundo y cambiarlo antes que nos cambie a nosotros.
Hicimos la escuela primaria y la secundaria juntos. Jugamos los grandes partidos de fútbol en esos desafíos de potrero que terminaban a las piñas y que generaban cargadas y más piñas durante toda la semana. Pasábamos papelones en los boliches bailables, "rebotábamos" como pelotitas de ping - pong con las mujeres y resultábamos patéticos, en nuestro intento de ser agradables.
Siempre quedan en la memoria esas eras fundacionales, esas charlas en los cafetines y en los fatigados bodegones en donde jugábamos al billar hasta la salida del sol. Los patéticos intentos de ser estrellas de rock con guitarras desafinadas en las piezas de nuestras casas, aullando canciones propias y pésimas, berreando angustias adolescentes.
Los miedos, las broncas , las dudas, el país, el futuro incierto y el temor a ser como nuestros padres. (tarde entenderíamos que ojalá hubiésemos podido llegar a sus talones) Nos unía un amor de hermanos y ese lazo de sobreentendidos eterno e indestructible.
Luego ocurre la vida. Las primeras novias "de en serio", el trabajo que no se puede descuidar, la familia que llega y el distanciamiento lento pero inexorable.
Yo siempre pensé en él. En como le iría, con quién estaría ahora, si seguía con esa mina que amaba locamente, perdido en idas y venidas, sumergido en la duda del intento de pareja o la vida ermitaña que muchos nos auguraban con certeza digna de mejores causas; tratando de no cambiar imbuido de la certeza de lo fútil del intento.
Y yo cambié también ¿quién no? Me fui moldeando acorde a mis circunstancias. Sufrí mucho, hice sufrir demasiado. Quise lo que no podía y regalé lo obtenido por derecho de natura.
Siempre hice lo mismo, cuando por fin alcanzaba algo, inmediatamente lo desechaba. Ya no tenía gracia. Ya era parte de mí.
En la era digital y globalizada lo encontré a través de una foto triste posteada en una red social. Esas redes en donde somos divinos y agradables, amigos de todos y todos "dialogando" a través de frases geniales como "... ni, ya voy, súper lo de mechu, que guarra, ¿vos qué?"
En la realidad, trancan la puerta con barras de acero, no conocen al vecino y escupen un gruñido si lo cruzan en la vereda. Se mueren pidiendo auxilio a centímetros unos de los otros, ignorándose sin saber que ese al que le pasan de largo con miedo es "garchu 734" uno de sus conspicuos amigos en red. Amistad globalizada en mundos virtualmente llenos de vacío.
No pude contener la emoción al verlo en el sitio. Inmediatamente le escribí, él también se emocionó, nos mandamos correos contando años de cosas que ya no importan y finalmente, quedamos en encontrarnos a tomar un café. Él sentía curiosidad porque yo no puse mi foto en la web. No tenía señales del paso del tiempo en mí y eso agrandaba su interés junto con las burlas. "No seas ratón, poné una foto. ¿En que año vivís?"
Yo quería sorprenderlo. Pensé toda mi vida en ese momento porque como dije antes, siempre lo tuve en mente. Carajo, si nos criamos juntos...
Y cuando el momento llegó, me preparé con todo. Me produje con todo el arsenal y mis mejores galas. Me miré al espejo, me hice guiños y me puse realmente nervioso. ¿Como será ese momento? Siempre es alegre y a la vez incómodo cuando gente muy unida se reune después de mucho tiempo.
Sentí miedo. ¿Y si todo se desbanda? ¿Y si se hace el boludo y me ignora, se levanta y se va? ¿Y se se cruza algún reproche olvidado?
Nada. No puedo achicarme ahora. Me hice el último "toque" y salí. En la puerta mi auto brillaba a la luz de la luna.
Partí quemando gomas cabalgando con el viento de la noche. Mientras marchaba por la avenida me miré en el espejo retrovisor y sonreí. Va a quedarse pasmado cuando vea entrar a una rubia incendiaria en minifalda de lycra y escote volcánico buscándolo entre las mesas del bar, seguida de todas las miradas.
Una mujer inolvidable en un cuerpo lujurioso moldeado para él, sólo para él, durante tantos y dolorosos años.