domingo, 23 de agosto de 2009

Disolución


Nunca la odié tanto en mi vida. Realmente la quería matar pero el tema es que soy uno de esos tipos criados a la antigua que le tiene miedo a la infracción más pequeña. No obstante, quería despedazarla y desperdigar su estúpida cara por todo el jardín en la eventualidad de que al menos, sirviera de abono.
Ella estaba en la cocina y la tomé por detrás y por sorpresa. La agarré del cuello y de un brazo y la arrastré hacia la pieza empujándola sobre la cama. Comencé a desvestirla con furia, deseando rasgarle las prendas y la piel. Me miraba sin entender con una sonrisa entre idiota y perversa. Toda la situación lo era. 
Cayó el corpiño, levanté sus piernas mientras deslizaba su bombacha y su sexo quedo expuesto invitándome a la venganza.
Sin duda, pensó que era uno de tantos juegos sexuales que hacíamos para combatir la rutina. Estaba inquieta pero expectante, esperando mi siguiente paso.
No anduve con preliminares. Sentía el pecho oprimido por tanta furia y desolación. No podía respirar de la angustia y el hartazgo de toda una vida de miseria, de sueños incumplidos, de marchar combativamente de fracaso en fracaso. Ella era la culpable. Era la blanda y lujuriosa bolsa en la cual descargar mis golpes pero como dije, no quería resultar tan obvio y decadente.
Como perro rabioso mordí su cuello y sus pechos, me deslicé con rabia por su vientre, la penetré por delante y por detrás tratando de provocarle todo el dolor posible. ¡Por favor! ¡Reaccioná que quiero matarte y necesito algo de colaboración de tu parte!
Como si leyera mis pensamientos, comenzó a retorcerse y sacudirse mientras me insultaba. Me pegó un cachetazo con una mano libre mientras la otra clavaba sus uñas en mi pecho intentando frenarme. Cada embestida era el émulo de un puñetazo y la embestí con desesperación una y otra vez mientras pensaba, ¡Morite maldita! ¡Desaparecé de mi vida de una vez! y seguía golpeando con mi pene, a fondo, fuerte, a matar...
Fue un combate de horas. No conseguía aplacar mi furia y ella tenía un orgasmo tras otro lo que me enfurecía y aumentaba mi locura porque lo veía como una burla. Yo la quería destruir y ella gozaba y se reía. Finalmente, di todo el resto y asqueado salí de ella haciéndome a un lado en la cama que a esas alturas, era una pila de sábanas mojadas y revueltas.
Nos quedamos largo rato en un silencio quebrado solamente por el jadeo de nuestra respiración agitada. Cuando recobró el habla, me pellizcó fuerte, yo la insulté de arriba abajo recordando todo su árbol genealógico, ella me abofeteó y me dijo:
- No sé qué carajo te pasa pero esto fue lo mejor en toda nuestra larga vida de casados._
Me levanté desnudo y sudoroso, me vestí a las apuradas y salí a tomar aire. Ya en mi cabeza danzaba un nuevo plan ¿Maestro? Al cerrar la puerta la oí cantar, pícara y divertida, mientras se duchaba.

martes, 11 de agosto de 2009

Fin de Semana


Viernes al fin. ¿Al fin para qué? si no tengo con quien compartir lo que viene.
Suspiré y abrí la puerta del coqueto departamento en el 1º piso. Ese que compré cuando murió papá y de acuerdo con la yoli (mi hermana) nos dividimos la plata de la venta de la casa. En aquel entonces estaba en pareja con Roberto, 10 años mayor. Estábamos juntos desde hace 20 años, cuando era la mina más deseada de la oficina y él era un funcionario importante que me andaba atrás todo el tiempo. Yo me hacía la difícil pero la verdad es que de entrada me gustó mucho pero no quería saber nada, porque era casado y nunca pensé en ser "la otra".
Recuerdo las caras de reprobación cuando todo comenzó, la gente que dejó de hablarme y me daba vuelta la cara como si fuera una ladrona de bancos. Era lógico, después de todo, la esposa de Roberto era otra funcionaria muy querida, tenían dos hijos, en fin...
Como sucede casi invariablemente en esos casos, me pagaron con la misma moneda. Un día me dijo que se estaba aburriendo, que el sexo ya no era lo mismo (¡chanta! ¡Si era él el que fallaba ya en sus 60!) Y me dejó por una "pendeja" de 35 a la cual según dicen, le hizo un hijo.
Que boludo. Todos los hombres son unos boludos. Cualquier argolla hace de ellos el títere más dócil y manejable que te puedas imaginar. Te van a dejar sin un mango y te lo tenés merecido por hijo de puta, por dejarme así y...
Nada, estoy haciendo lo que mi psicóloga me dijo que no haga. Calmate, respirá y ocupate en algo. Tenés buenas tetas y firmes en su lugar, se dijo. Todavía se dan vuelta a mirarte el culo cuando pasas y te echan los galgos cada vez que pueden.
Lástima que sos "la veterana", esa que los de menos de 40 se quieren voltear para lucir una medalla o reírse un rato en una noche de cerveza y boludeo.
Lo peor es que no sé qué puedo pretender a esta altura de mi vida. A los 50 me topo con esa clase de idiotas, los llorones divorciados que me hablan todo el tiempo de sus "ex" o los que ya están muy panzones o apendejados que ni con un guiso de viagra les podes sacar cinco minutos de un sexo pasable.
Viernes otra vez. Angelita me llama para que tomemos un café mañana después del gimnasio. Sara me dice que a eso de las 6 está libre pero con poco tiempo porque a la noche van a una fiesta con su marido y los chicos y todo es siempre así.
Mirá todo el lastre que largué y recién cerré la puerta al entrar.
Ruido, por favor algo de ruido. Tengo que prender la tele ¡Ya! Por más que me resista, voy a tener que comprarme una mascota. No quería que nada me ate para poder salir y viajar como había planeado pero ya hace tanto que no voy a ningún lado que no vale la pena. Alguna compañía tengo que tener.
Otro fin de semana la puta madre... Ya tengo una huella en las baldosas de tanto ir del comedor a la cocina llevando pavas y pavas de mate. Me paso tres horas cocinando y soy yo sola. Limpio como una obsesiva y aunque todo brilla que me deja ciega, empiezo otra vez con el trapo y la franela. Luego salgo, camino por la costanera (¿Para qué me vine a vivir a la costa si jamás piso la playa?) veo a las parejas apretando, los chicos chupándose con mala birra y vaya a saber Dios qué...
Las parejas grandes que caminan paseando el perro; si es domingo él lleva la radio en la oreja para escuchar el fútbol o las carreras. ¡Cómo me revienta eso! las minas no tendrían que permitírselo, si querés escuchar, quedáte en casa yo no soy el Bobby para que me lleves a mear al árbol. Seguramente mientras van de la mano indiferentes, ella sueña con un tipo que le haga toda la fiesta o quizás tenga un amante que efectivamente lo haga mientras el marido se amarga porque su equipo perdió sobre la hora "- porque ese referí bombero estaba comprado viste-" Ahí sí, acordándose de su mujer, como si esta entendiera o le importara. No hay caso. Los hombres están degenerando a una etapa de primates insufribles ¿Será por eso que hay tantas lesbianas? De repente me pongo colorada, se me cruzó comprarme un juguete sexual. Al menos no me va a engañar y lo tendré duro cuando lo necesite y si necesito hablar, al menos me va a escuchar sin decir alguna estupidez.
Vuelvo al departamento. Otra vez silencio. ¿No había dejado la tele prendida? Voy a la habitación, me desnudo, acomodo la ropa en forma prolija. Separo la que va a lavar de la que todavía está limpia. Desnuda, voy a la ducha. Abro la llave y mientras espero que se caliente el agua, me saco el reloj, lo único que tengo puesto. ¿Tan temprano es? mierda, todavía falta tanto para el lunes...
Me miro al espejo. Todavía estás re fuerte, sabés que es así. Candidatos hay a patadas, ya va a aparecer uno que sea potable. (¿Y si no aparece, Dios, si no aparece? ya no me quedan muchos años buenos)
Me meto en la ducha, el agua muy caliente me hace dar un respingo, calibro con la fría y cuando llego al equilibrio, me pongo a llorar desconsoladamente.

miércoles, 5 de agosto de 2009

(Intervalo) Giralunas

Las giralunas son eso, giralunas. No busques compararlas ya que se ofenden y dejan de susurrarles secretos a los duendes del alba y les retiran el saludo de colores a los mortales.
Jamás intentes arrancarlas. Un grito terrible de espanto e indignación atravesaría el Universo y sabrías realmente lo que es un gesto adusto o mejor dicho, millones de ellos.
Las giralunas se maquillan en grados de azul con su rostro blanco y una peca negra, producto (dicen ellas) de "un antojo de mamá" lo cual las asemejan a una multitud de rostros que en las noches miran al cielo custodiando a las estrellas.
En un campo de giralunas, yo suelo descansar de mis penurias en la tierra de nadie. Es que si encuentras a una persona que es realmente tu amor, podrás recorrer sus ¿pétalos? o lo que sean, dejando al descubierto poemas secretos del principio de los tiempos.
Gran responsabilidad es cuando al leerlos, estos se vuelven sonrisas de lapizlázuli que se desprenden como obsequio a entregar a mi amada. Ella posee cientos y cientos de sonrisas de lapizlázuli y quizás abrumada por la situación o porque los duendes la necesitaban, se fue de mi vida dejando un mensaje de espera en el caparazón de una vaquita de la suerte.
Y por supuesto me enojé y protesté quejándome a los popes de todas las religiones achacándole a los planetas su descuido para conmigo.
Arrojé con bronca los "¿por qué yo?" y los "¿por qué a mi?" cuando lo realmente impropio, hubiese sido lo contrario.
Pasada la pataleta de adulto que no entiende porque no quiso compartir o no supo comprender, me acosté entre las giralunas esperando el meteorito de las buenas madrugadas que me lleve a casa. Mientras tanto, al salir la luna, ellas giraron y giraron y la noche se fue encendiendo vacilante como fueguito de linyera.
Al despertar del nuevo día, un caracol me trajo un destino a lunares para no envejecer arrugado y a oscuras, olvidado por completo, de mis giralunas.

(Entonces) Me sentí Tan, Pero Tan...

Como siempre, "For Export" reventaba de gente. Estaba en la pista chica de arriba, la otra culminaba un anfiteatro de sillones desde los cuales bajabas a bailar. ¿Por qué éramos todos Pinochos? Por la simple razón de ser absolutamente de madera para bailar.
Pese a ser enciclopedias caminantes en cuanto a la música, era imposible para nosotros un acto tan sencillo. Además, la sola idea de mover el cuerpo producía una parálisis galopante que conducía inevitablemente al ridículo.
Para entonarme comencé a mover suavemente el pie marcando el ritmo, luego, dejé que el temblor suba por la pierna hasta llegar a la cintura y ahí, con disimulo, mover el torso y los brazos en cuadro que visto desde afuera le produciría al espectador la imagen de un tipo actuando de extra en una película de zombies o alguien que está a punto de sufrir un ataque de epilepsia.
Decidido, la busqué pisando y empujando a la multitud abigarrada bajo luces estroboscópicas. La tenía en la mira como un francotirador cuando vi a un flaco llegar a su lado, tenderle la mano y hacer que mis planes y mi mundo, se fueran al diablo.
Ese tipo era un amigo con el cual "no pasaba nada." (she dixit) Se conocieron en los cursos de nivelación que se hacían en quinto año para poder entrar a la Facultad.
El tipo vivía en Martínez, era de familia de plata y la invitó a que juntos hicieran un curso de timonel ya que como miembro de un club de remo, con el viejo solían navegar en velero por las aguas de nuestro pintoresco Río de la Plata.
¡Como competir con eso! si de nosotros el que mejor andaba de guita tenía una pileta de lona en el patio y nos agarrábamos del borde por las dudas!
Ella sabía que yo estaba cruzando la pista y sin embargo, dejó su mano para que la saquen a bailar moviéndose en mi dirección, hacia la pista.
Me quedé helado. Yo ya estaba en pleno envión atropellando gente. No sabía si ir o volver. Era un bochorno.
Nunca me sentí tan, pero tan, pelotudo... Lo que más me dolió es que no me miró pese a que casi nos chocamos de frente. Ni siquiera una sonrisa tonta o un saludo trivial, un gesto, algo que a su vez, me ayudara a salir del embrollo. Nada. sólo seguir como si nadie estuviese allí.
Alguna vez, a todos nos toca vivir una situación que por nimia o ridícula no deja de ser terrible dejándonos con esa sensación de vacío, angustia y soledad, que tan bien refleja una palabra: Desolación.
Esa de pensar que a tu alrededor el mundo te mira y se ríe. La angustia de querer hacer un pozo y tirarse de cabeza, de sentir un viento helado en el pecho, la certeza en torno a que alguien se llevó de una vez y para siempre, tu inocencia.
Me paré de golpe y me volví en seco. Mis amigos pensando que me dio miedo, comenzaron a reírse pero al verla a ella bailando con otro interrumpieron el gesto y se dieron vuelta para pedir unos tragos en la barra.
Me recibieron con un "que cagada" y luego conversaciones banales. Se propuso cambiar de ambiente, ir a Pinar de Rocha porque tocaba no se quien y nos fuimos. Ironías del destino, en Pinar ganamos unas minas y fuimos a los reservados (toda una hazaña) hasta que todo terminó.
Salimos con la gente en fila por la segunda Rivadavia rumbo a la estación de Ramos Mejía. Era un trencito de gente como esos de carga que de pibe te gustaban porque no terminaban nunca de pasar. Un tren jocoso y cansado, pleno de éxitos y fracasos y promesas de intentar el sábado siguiente.
Cumplimos el ritual de ir al Odeón II. Nos recibió el infaltable gallego que nos conocía de tantas mañanas de pre - hora y ratas en el Comercial, tomamos el infaltable café con leche y medialunas y el gaita pronunció el infaltable "muchu café o pocu café" mientras venía con ambos jarros y al final te servía lo que se le cantaban las bolas.
Y charlamos y arreglamos al mundo como siempre. Nada se dijo del asunto, no hacía falta. Para distraerme, Miguel puteó contra la minita que perseguía al no encontrarla.
- "Fui a la casa y me atendió la vieja ¡justo con la bronca que me tiene! Me dijo que "la nena" no podía salir porque estaba con la "toca". Yo puse cara de saber y le dije; " ah! claro.. bueno doña, dígale que esta noche nos vemos" y la turra me mandó: "No sé si el padre la va a dejar salir". Que vieja hinchapelotas... Ahora , yo digo loco ¿que carajo es la toca? ¿otro nombre para la menstruación o es otra dolencia femenina? ¿por qué son tan raros estos bichos? que las parió...
Nos cagamos de risa y dimos las hurras. Nos separamos buscando la urgencia de la cama. Yo sentí escalofríos y puse las manos en los bolsillos. Tenía la sensación de los adióses y los ¿ahora qué? Supe que comenzaba a estrenar cicatrices y me prometí no volver a permitir que una mujer me ponga en ese estado. Mi ingenuidad adolescente dejaba una rendija al preanuncio de un rencor adulto que asfaltaba una huella de futuros desencantos. Resonaron en mi cabeza marcadas a fuego, las palabras de un gran escritor y me fui recordándolas. Llegué a mi habitación, bajé la persiana y me tiré en la cama pensando en ellas. (en ella)
Me dolía una mujer, en todo el cuerpo.