sábado, 31 de julio de 2021

LO DIFÍCIL DE LOS SIGNOS DEL ZODÍACO

 


Me atrajo su rostro gatuno, su piel muy tersa y suave. La delicada línea de las manos y su afición a vestir polleras largas estilo hindú. (Me enloquecen las mujeres en polleras, parece obvio, pero ya casi no las usan)

No hablaba pavadas, sabía de música más que yo y cocinaba como los dioses.

Confesó dos hijas, una ya emancipada y agregando con mirada intensa, me arrojó una frase látigo; "Tengo muchas ganas de vivir".

Las mujeres. Esas brujas sabias. Irresistibles cuando juegan al misterio, cuando inclinan levemente la cabeza hacia un costado acomodando un mechón de pelo; Cuando se ruborizan al tiempo que sus ojos nos dominan definitivamente.

Siempre seremos niños para ellas. Nos han hecho, no tenemos secretos ni acertijos. Nos leen de primera mano.

Hicimos el amor con un nivel de éxtasis inédito para mí. Quería a esa mujer. Amaba recorrer su cuerpo, besarlo, deslizar la punta de mis dedos acariciándola, sentirla vibrar ante mí. Ver sus mejillas arrebatadas, el calor en su sexo volviéndome loco en el intento de evitar derramarme. Estaba en ella, tan profundo, tan intenso. No lo vi venir.

No vi el cuchillo, no le di importancia a la sangre. Pensé en sudores, en arañazos, lo de siempre. Hasta que el vértigo, el instinto de supervivencia por fin, logró despabilarme.

Era un filo pequeño, de plata. Como un bisturí con adornos y arabescos. Lo insertaba en mi espalda al ritmo de mis penetraciones. Suave, intenso, brutal, suave otra vez.

Sin saberlo, me encaminaba a morir feliz, como un chiste burdo de muchachos de barrio.

Su rostro era normal, el de una amante fogosa y complacida. Todo en ella, era el sumun de una mujer enamorada.

Lo absurdo de la situación, era que no podía detener mis embates. Al contrario, aceleraba más y más. Ella susurraba frases dulces o procaces en mi oído, como cualquier pareja “normal” (¿Qué es, la normalidad?).

Débil, casi sin fuerzas, rodé a un costado de la cama. Mis ojos imploraban un por qué.

- Es que sos Aries me dijo - Y los Aries siempre lastiman a las Géminis.

- ¿No te acordás? - En una vida anterior, me abandonaste y me suicidé por vos.

Me engañabas con cuanto par de tetas se te cruzaba. Yo dejé todo por vos. Mi trabajo, mis amigos, (porque encima me celabas hasta el hartazgo) mis clases de inglés, ¡hasta mis alumnos de piano! Eras imposible.

Y ahora lo supe en cuanto te vi y lo confirmé en el primer beso. Eras vos. Siempre fuiste vos y el solo hecho de pasar de nuevo por esa pesadilla me resultó insoportable. ¿Cómo me vuelvo a topar con el mismo hijo de puta una vida después? Nadie puede venir tan mal barajada en una reencarnación tras otra. Doña Irene, la brujita del almacén de la otra cuadra, me lo advirtió apenas te vio. “Ese hombre camina rodeado de oscuridad, Ana. Mucho cuidado con él”.

Y entonces obré en defensa propia. Además, sentí que me lo debías. Tenías que pagar por tanto daño, tanta mentira y despojo. -

Un mes en terapia, otro internado, cicatrices múltiples, amigos aterrorizados y burlones, me demoraron hasta que pude visitarla en el Psiquiátrico en donde la ley la obliga a cumplir sentencia pese a que no levanté cargos en su contra.

La visito todos los días y en todos los horarios permitidos. Hacemos planes para el futuro. Queremos viajar un poco, recuperar el tiempo perdido y envejecer juntos.

Mi familia apuesta a mi locura y sugiere que me interne en el mismo establecimiento.

- ¡Ojalá fuese ello posible! - manifesté.

Derrotados, decidieron desterrarme. Ya no habría asados domingueros, cumpleaños, bautismos ni casamientos para mí. Ni siquiera velorios. Me transformaron en un paria de barrio. La cruz de cada madre y padre “comme il faut”,

- Preferiría que seas puto, mira lo que te digo – Me dijo mi viejo.

Mi abogado mientras tanto, cobró sus honorarios y se encogió de hombros. Cosas peores debe haber visto en su profesión.

A quién desee escucharme, le digo lo mismo. Estoy en falta con ella desde otra vida. Seré caprichoso y egoísta. Bastante calentón y palurdo en casi todo, pero jamás abandono a mis amores. No señor.

Los Arianos bien sabido es, somos así.