miércoles, 18 de agosto de 2010

LA ETERNIDAD EN SIETE SEGUNDOS

Llueve. La gente corre, cosa que me intriga por lo vano del intento. ¿Si uno corre le gana a las gotas que nos persiguen?
La humedad se hace sentir.y eso es mal síntoma. No conozco jóvenes que piensen en la humedad. ¿Estaré repitiendo frases y anécdotas como hacía mi viejo? DIOS, siete segundos. no me preguntes el significado. Siete segundos abarcan una eternidad.
Puedo llorar, extrañarte, tener miedo, sentirme sólo, golpear las paredes una y otra vez, ir del living a la cocina dejando la huella en el piso, ordenando cosas ordenadas, calentando agua no sé para que, prendiendo y apagando luces, radios y televisores, acariciando al perro que duerme en el sofá aunque sabe que no debe. Siete segundos. Cuantas veces pensé en vos y en la muerte, cosa rara y no. Morir y amar es abandonarse a lo desconocido. Sólo los diferencia la esperanza. En uno la encontrás, en la otra, quien sabe.
El teléfono no suena. En la computadora no hay nadie conectado. Mi mail no tiene novedades.Escribo tonterías pensando en lectores inexistentes, en frases de aliento, en una voz  dulce. Espero. pero no hago nada para que llegue.
¿Estás ahí? Nos separan años y la vida. Te fuiste y me fui. Te casaste y me casé. Te separaste y no estaba allí. Me separé y no te enteraste. Nuestros hijos no son nuestros, son tuyos y míos. Diferentes, más cínicos, desesperanzados, criados con valores que no funcionan (como decía Mafalda). no hablan, rapean. Se atragantan con la vida, la escupen y la vuelven a masticar y no sé si eso es bueno o malo. Es diferente.
Me siento tan pelotudo. Te escribo, te hablo. Te reirías de algo tan ridículo. Seguiste adelante. Me quedé atrás. No pude, no supe, no quise. Siempre tuve claro que esa clase de amor es una vez en la vida. Los otros son distintos. Siempre te guardas algo por las dudas, para no sufrir. Nunca volves a entregarte del todo.
La eternidad en siete segundos. El tiempo transcurrido entre tu "se terminó" y el intento de mantener la elegancia. Pase lo que pase, no perdamos la elegancia. Y hecho mierda con la cabeza en alto me quedé en el bar viendo como te ibas pensando; "se fue y se olvidó de dejarme aquí, se fue llevándome con ella, sin ninguna intención de devolverme".
Pasaron rostros, cuerpos, frases. Reconozco el miedo. Me hago cargo. No puedo a estas alturas salir en citas. No se me ocurre nada  interesante para decirle a una mujer y la idea de ponerme en bolas para el sexo me da calambres. Pelado, con panza y años de no salir ni a la esquina, completan un panorama nada halagüeño por cierto. Siempre quedo como un loco o un inadaptado social. Me irritan los rituales y las frases de compromiso cuando en realidad, la mujer decide en el acto si nos eligen o no. Igual que en el supermercado. "Huuummm, este está cerca de la fecha de vencimiento, pero es buena marca, probemos" todo en siete segundos, mientras uno piensa ¿y ahora como sigo? Estoy haciendo un papelón...
Pongo música, evito ciertos temas entrañables pero contraindicados para mi actualidad. Trato de entender el ahora cuando no resolví el ayer. Miro otra vez la computadora como si fuera un teléfono pronto a sonar. Arquímedes (el perro) se rasca las pulgas en el sofá. Las reserva para mí, así de atento es el can.
Llueve, voy a salir. Me mojo, puteo, me mezclo con la gente, intercambiamos miradas cómplices, el inevitable comentario del tiempo, los insultos a las autoridades por las calles inundadas, las compras apuradas, los paquetes húmedos, redondeando una buena excusa para gastar tiempo, volver a casa, bañarme y prender la TV de la pieza para dormirme con luz y ruido, tapadito hasta la nariz, por el frío de un invierno muy largo.
Siete segundos. Eso demoró la primera lágrima. Me dije: ¡Poné huevos, carajo! y me dormí entre un par de crímenes y  resultados deportivos, justo antes de la propaganda del aparato mágico para tener unos abdominales increíbles.