viernes, 22 de marzo de 2019

EXTRAÑÁNDOTE EN MÍ

En estos tiempos de furia y locura. En este plano chato, unidimensional que nos explica. En esta oscuridad, queda expuesta la medida de tu ausencia. A estas alturas, lo mío es deambular, contemplar la vida, nuestra vida, mi vida, desde una pequeña colina. Observando cada paso, cada error, cada risa, cada beso, cada lágrima, cada esperanza.
No importa si río, lloro, me enojo o simplemente, me abandono a mi suerte. Por majestuoso que resulte el paisaje, si no estás, es un simple decorado. El dolor me mantiene en pie al solo efecto de alimentarse de mí Me devora lentamente, saboreando cada bocado. Pero él sabe y yo lo sé, que al final, nada quedará para nutrirse.
El tiempo transcurre ahora de una manera diferente para mí. He perdido el conocimiento de los días y las horas, pues todo se detuvo aquel día, a esa hora.
Ya no estoy alerta; he perdido la memoria inmediata, me olvido de todo y de todos. Es como disolverse lentamente. Confieso que tal situación me aterra; he visto a mi madre esfumarse en una cama preguntándome quién soy o confundiéndome con mi padre. Es que la pérdida provoca estas extrañas alquimias. Padres niños, hijos viejos, llantos adultos. Tal vez sea ello lo que ocurre finalmente cuando el infame invasor no tiene ya, de que alimentarse.
De todos modos, tras la rabia, la impotencia o el instinto de supervivencia que se rebela a todo fin, uno sabe hacia dónde nos conduce el camino. Como viajeros en un tren, solo nos queda desempañar el vidrio con la manga de un viejo saco y recordar lo que alguna vez dijo el poeta: "Fue tan bello vivir, cuando vivías".

No hay comentarios:

Publicar un comentario