domingo, 2 de mayo de 2010

BORROSO

No sé cuando comencé a sentirme así.. No sé, desde cuando soy conciente de algo. Eso es lo que me preocupa, el vacío, la lejanía respecto de todas las cosas. Es como si me fuera diluyendo. Como si en realidad, fuese un viejo fantasma vagabundo.
Veamos, ¿como explicarlo? No tengo ya casi recuerdos de mi niñez. Ninguno. Busco y rebusco en la memoria y salvo algún partido de fútbol en el potrero de Pinar de Rocha, es poco y nada lo que queda.
Tampoco me pidan nombres salvo un par, de compañeros de primaria o secundaria, se me han borrado todos es más, enganchado con esto de  las redes sociales quise buscar a través de mi escuela y año de promoción (al menos eso, lo recuerdo) a mis antiguos camaradas y bueno, me quedé en blanco frente a la pantalla. no pude sacar a flote ni un sólo nombre.
Pero más grave aún, es lo que me pasa con mi propia familia. Me resultan extraños. ¿como explicar esto? Sé que tienen que ver conmigo,  tengo que haber crecido junto a ellos. entreveo difusas y fragmentarias imagenes de nuestra vida en común, pero no "siento" que realmente hayamos compartido una mesa, sueños, ilusiones, juegos, la adolescencia, el lógico odio y las lógicas peleas entre hermanos, obligatoriamente saludables. Como las vacunas, joden, pero son imprescindibles.
Son como vecinos agradables a los cuales uno no tiene muchos deseos de visitar. Del tipo, "... bueno te dejo, me están esperando..." y te vas porque no hay temas de conversación, ni siquiera banalidades. Es terrible esto, son mi sangre y no la siento circular dentro mío.
Peor aún es el no -me-acuerdo, de mi padre fallecido. ¿tuve padre?  tengo impresiones de admiración por su honestidad, su tenaz persecución de un plato en la mesa siempre esquivo pero sin vender principios para pagarlo, pero nadita de nada. Consejos, me parece, frases y cosas de su pasado que se me pegaron, impresiones que me asustan pues siempre imagino que en realidad, mi padre no existe. Simplemente soy yo, más adelante en el camino. Eso me ha quedado. Eso, y  un  vago aroma de un colectivo rumbo al Parque Avellaneda o a la cancha de Racing a ver los campeones del 66.
Y de  mi madre. Ay! que puedo decir de mi Santa viejecita. Siempre presente en mis actos escolares. eso si lo tengo en mente. Siempre adelante y avergonzada porque no tenía buena ropa y el nene era protagonista. ¿ven? eso sí, lo tengo. y aquello de acompañarla sí o sí al cementerio a llevarle flores a nuestros muertos, cosa que me daba pesadillas y me inundó de terror hasta hoy. La imagen de las Calas apestando a todo el micro 162 desde Ramos Mejía hasta Chacarita. El recorrido de punta a punta puteados por los pasajeros de punta a punta.
Las Calas por las  que ponía el grito en el cielo cuando jugando a la pelota en la casa chorizo de Alvarez Jonte, las pisoteaba. Bueno!!! van tres. tengo tres recuerdos y todos de mi madre, en más de cincuenta años de vida.
Pero mi madre...¿es esta señora  anciana, postrada, que ya ni me reconoce en la cama de una casa que visito una vez cada año y medio? ¿será posible que sea ella? no me parece.
Cuando la veo (las pocas veces que puedo viajar) no sé que decirle. Ni ella ni yo escuchamos bien, la mayoría de las veces no sabe quien soy pero con picardía de vieja lo disimula y en eso coincidimos, yo tampoco tengo conocimiento de mí.
Al final, siempre salgo desangelado. ¿esta es mi gente? ¿yo realmente nací fruto de ellos, crecí con ellos y en cierta forma, les pertenezco?
Quienes dicen conocerme (tienen esa suerte, parece) me recomiendan psiquiatras y psicólogos. Se preocupan por mis "estados depresivos" y "mis trastornos de ansiedad" al tiempo que consumen decenas de remedios diarios, viven puteando a DIOS y a María Santísima (con perdón de la herejía) se cornean alegremente, comienzan y destrozan familias varias veces en su vida, pagan coimas, echan gente de sus comercios o empresas y si realmente les necesito, desaparecen como el Señor manda. No vaya a ser que sea contagioso.
¿Podrá una pastilla decirle al destino que me encuentro desorientado y ligeramente disgustado con Él? ¿podrá una píldora, al tiempo que me anestesia cuando ya estoy anestesiado y ese es el problema, decirle a la Parca que por favor escoja bien la hora, la temperatura y la humedad ambiente, que no sea de noche que me da miedo y que no quiero pasar por esas estupideces de sufrir, agonizar y todo ese culebrón macabro? ¿Que al menos ya que me quita la vida, me deje la dignidad hasta el final? Vamos, que no quiero que mi esposa y mi hijo me tomen por cagón. Que la cosa sea limpia y efectiva.
Desperté de golpe luego de varias cuadras caminado como sonámbulo. Me pasa seguido, cada vez más.  Salgo a la calle y veo dos veces. La primera tal como es. La segunda, veo el fondo de pantalla, el código binario y el crack del programa y entonces ya no me lo creo. Quiero ver la vida con subtítulos carajo! ¡Que no oigo y si los oigo, se que mienten! Con los subtítulos sé que dicen. Que cuando me palmean, me están echando. Que cuando me sonríen, me están puteando. Que cuando me dicen "quedate tranquilo que te lo voy a solucionar" me están mandando a la mierda y nunca más me van a recibir. ¡Los subtítulos pues! que veo el trasfondo y el decorado.
Borroso. Borrador. Proyecto trunco. Buena idea pero falta desarrollo. Todo eso podría aplicarse a mí. Como si en la línea de producción un ángel le miraba el culo a una querubina,  justo cuando pasaba yo por la cadena de montaje (si vale la metáfora casi guaranga) o si lo prefieren por agnósticos, como si la partícula que iba a ser yo, estuvo demasiado tiempo expuesta a la radiación cósmica  o a la onda explosiva del Big Bang.
Puede pasar. A todos les pasa. Desde un televisor a un automóvil. Desde una cafetera a una computadora siempre uno sale con problemas de fábrica o un golpe en el camión de traslado. En fin, pasa. Y siempre, a alguno le toca.
Pero todo esto son disgresiones que no vienen al cuento. Lo real es que no encuentro algo mío o ajeno que me resulte familiar o  me otorgue sentido de pertenencia. Temo por mi esposa. Quizás muy pronto le sonría y le conteste (¿ya lo hago?) como si tuviera idea de quien es o de que me habla. Un vulgar, diría que al fin de cuentas, después del sexo y con los años, en eso se transforma el matrimonio. Mierdas que se arrojan uno al otro, como si se conocieran.
No veo la huella detrás de mí. No veo como llegaré al futuro si es que esto es un estado posible. Todos los días son hoy y me hartan.
¿Que sucederá cuando muera? ¿Despertaré en otro sitio y escucharé una voz familiar? ¿Una voz que reconozca y que finalmente, me diga quién soy, y donde estoy?
Que gran chiste resultaría si el final  es solamente atravesar el espejo para vernos destre el otro lado con las mismas preguntas sin respuestas, maldecidos, dormidos y ojerosos, mientras nos lavamos los dientes vaya uno a saber en el baño de quién.

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