martes, 26 de julio de 2011

¿DE QUÉ SIGNO SOS?

Esa pregunta me persiguió y me hizo la vida imposible en la adolescencia. Es que en los 70's los tipos como yo no ganábamos nada y las conversaciones en medio de la pista de baile cuando lográbamos sacar a alguna de su nido de compañeras - víboras, eran de tres frases más o menos así; ¿Venís siempre acá?, ¿A qué escuela vas? y ahí terminaba todo. Esas eran las frases dos y tres porque la primera era mortal y definitoria y decidía el juego. ¿De qué signo sos? Chau, perdí.

¿Aries? Nooo, son terribles, histéricos y mal llevados, muy nobles y fieles sí, pero no. Aparte ¿Aries con Piscis? Porque yo soy de Piscis ¿No te dije? No sé si se llevan.
Lo siguiente era verle el bonito traste despidiéndose con un bamboleo diciéndote, no es para vos, será para otro, no es para vos....
Era normal en una época en donde la psicodelia y el hipismo eran ecos tardíos y las cartas astrales se mezclaban con Hegel, Freud y Marx. Pero la cosa siguió con los años. Intelectuales, artistas, gente común, "Doña Rosa" y "Don Cosme", todos entraron en una ensalada donde se mezclaban: El Principito, Krishnamurti, Siddhartha de Herman Hesse, Juan Salvador Gaviota, Khalil Gibran y cuanto escrito cósmico oriental pasara por delante. Todo salpicado con las películas de Bruce Lee, la serie de "Kung Fu" y el Rock Sinfónico.
Y en ese Cambalache como diría el tango, nos enredamos todos. Después se hizo "profesión" ante la crisis. Le tiro las cartas (y le aflojo el bolsillo) con el nuevo "Tarot"... y aquí las versiones más desopilantes: Chino - Francés - "Rúnico" (¿Cartas de Piedra?) y por supuesto, el mercado se fue expandiendo con Parapsicólogos, mentalistas, adivinos, especialistas en "Amarres, y Destrabes", con lo cual uno no sabe si quieren recuperarnos el amor perdido o capacitarnos para la lucha libre... y variantes por el estilo.
En alguna época de mis programas de radio una oyente me hizo una carta astral. Trabajo minucioso si los hay, pleno de datos, secuencias, posiciones estelares, horarios (como los trenes, no es lo mismo haber nacido "menos cinco" que "a las en punto".
En dicha carta mi vida era superlativamente extraordinaria, que lo es como la de todos, el éxito me rondaría, mi capacidad saltaba a la luz como "sorprendente" finalizando con una frase dramática, de esta querida fan en torno a mi persona: "Y a todo esto le debemos agregar el misterio de Daniel, claro".
La pucha, me fui a casa asustado pero contento. Famoso, millonario, intrigante y misterioso ¿Qué más se podría pedir?
Treinta años después el acierto de una vida extraordinaria no es acierto. Reitero, todas lo son. He pasado las de Caín, trabajé como un burro, soy más pobre que una laucha viviendo con el persistente imán para atraer a cuanto perro perdido ande por la calle, lo que sin duda, me coloca definitivamente en el Horóscopo Chino. (Para qué lo habré dicho) lo cual ya es un plano superior.
Por eso y acostumbrado a eso, no lo vi venir. Sandra, se presentó con un "es complicado"  en cuanto a su relación sentimental, frase automática para los que están de trampa o no tienen "lo necesario” para echar a patadas a quien les complica la vida.
Me atrajo su rostro gatuno, su piel muy tersa y suave. La delicada línea de las manos y su afición a vestir polleras (me enloquecen las mujeres en polleras, parece obvio pero ya casi no las usan) largas estilo hindú.
No hablaba pavadas, no mencionaba horóscopos, sabía de música más que yo y cocinaba como los dioses. Confesó dos hijas una ya emancipada, agregando con mirada intensa una frase látigo; "Tengo muchas ganas de vivir".
Las mujeres. Esas brujas sabias. Irresistibles cuando juegan al misterio, cuando inclinan levemente la cabeza hacia un costado acomodando un mechón de pelo, cuando se ruborizan al tiempo que sus ojos nos dominan definitivamente. Siempre seremos niños para ellas. Nos han hecho, no tenemos secretos ni acertijos. Nos leen de primera mano.
Hicimos el amor con un nivel de éxtasis jamás por mí alcanzado. Quería a esa mujer. Amaba recorrer su cuerpo, besarlo, deslizar la punta de mis dedos acariciándola, sentirla vibrar ante mí. Ver sus mejillas arrebatadas, el calor en su sexo volviéndome loco para evitar derramarme. Estaba en ella, tan profundo, tan intenso. No lo vi venir.
No vi el cuchillo, no le di importancia a la sangre, pensé en sudores, en arañazos, lo de siempre. Hasta que el vértigo, el instinto de supervivencia por fin logró despabilarme.
Era un filo pequeño, de plata, como un bisturí con adornos y arabescos. Lo insertaba en mi espalda al ritmo de mis penetraciones. Suave, intenso, brutal, suave otra vez, sin saberlo me encaminaba a morir feliz, como un chiste burdo de muchachos de barrio.
Su rostro era normal, el de una amante fogosa y complacida, de una mujer enamorada. Susurraba frases dulces en mi oído. A veces, algunas procaces, como cualquier pareja.
Débil, ya sin fuerzas, rodé a un costado de la cama. Mis ojos imploraban un por qué.
- Es que sos Aries y los Aries siempre lastiman a las Géminis ¿No te acordás?  En la otra vida me abandonaste y me suicidé por vos, por tu amor. La revelación me llegó en cuanto te vi. Lo confirmé en el primer beso Daniel, eras vos, siempre fuiste vos.
Un mes en terapia, otro internado, cicatrices múltiples, amigos aterrorizados y burlones me demoraron hasta que pude visitarla en el Psiquiátrico en donde la ley la obliga a cumplir sentencia pese a que no levanté cargos en su contra.
La visito todos los días y en todos los horarios permitidos. Hacemos planes para el futuro. Queremos viajar un poco, recuperar el tiempo perdido y después, eso sí, tener hijos. Seguro, dos
Mi familia apuesta a mi locura. Mi abogado cobró por lo cual se encoge de hombros.
 A todos les digo lo mismo. Estoy en falta con ella desde otra vida. Somos egoístas pero jamás abandonamos a los seres queridos. No señor.
Los Arianos bien sabido es, somos así.

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