sábado, 24 de marzo de 2012

EL PESO DE TU PERFUME (Farsa en forma de tango)

Me invade esa vaga, extraña y desoladora sensación de haber estado demasiado tiempo bajo la lluvia.
Deambulo en un naufragio de ansiedad y angustia. Llevo el peso de tu perfume en la piel arrastrando en mis espaldas memorias de tus súplicas.
- No me hagas esto, quererme es provocarme dolor en vano. -
- Sin esperanza no existe el amor, es un vulgar capricho o calentura de adolescentes. -
El ruido de tus tacones, darme la espalda como cerrando la puerta dejándome atrás para siempre. El humo de un cigarrillo prendido en forma nerviosa, la bocanada intensa y el después tembloroso. Una lejana colilla roja ya muy lejos del rescate y las palabras.
 - ¿Qué sentido tiene besarme una vez más? ¿Qué ganás con eso? -
El corazón como un tango berreta apretujado aguantando la crueldad del desamor. El mirarla a los ojos tratando de encontrarla pero ella enfoca otra vida que no me involucra. Veo en la comisura de sus labios el esbozo de nuevos planes, si hasta parece que murmurara como si yo no existiera. Soy apenas un trámite que hay que terminar. La frase de compromiso, el roce simulador de un beso en la mejilla, la caricia furtiva al aire y no a mí, como abanicando todo ese tiempo juntos haciéndolo desaparecer, negándolo.
Y así se fue, dejándome años de sexo, planes, rubores, ternura, promesas y alguna que otra osadía, apiladas en mi habitación, Sé que invariablemente comenzarán a enmohecer pero no me atreveré a vaciarla.
También quedaron marcados para siempre bares, cines, películas discos y libros. Alguna que otra plaza y hasta una pared de un PH a una cuadra de la Avenida Gaona cuya dueña dejará de insultarnos por el franeleo descarado e insultante para sus años de viudez.
Me dejó desnudo sin mis escenarios. Se llevó incluso recuerdos e ilusiones que no le pertenecían. Eran cosas de pibe que ahora no tengo. Me da bronca llegar a veterano reseco, manoteando siempre en mis bolsillos a ver si encuentro algo, aunque sea un flash, una mirada, una frase ingenua, una sonrisa en algún verano o partes de un partido en el potrero. Ni el primer beso me quedó.
Es el final. Ya no tengo la frescura para descubrir lo nuevo. No se me da, la farsa juvenil del tercer encuentro ni la despreocupada actitud cuando pega el vacío de a dos en la cama.
En la habitación el único que habla es el televisor, el perro se acostó en la alfombra donde pongo los pies al levantarme en las mañanas. Apagué la luz, la pantalla  crea extrañas figuras al cambiar y yo suspiro profundo como un animal herido. Nada puede disimular lo concreto de la soledad ni el ahogo que produce, el peso de tu perfume.

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