jueves, 31 de enero de 2013

UN DÍA, UNA MAÑANA

Al final resultó un cliché. Un día despertás y todo desaparece.
Abrí los ojos ante el silencio. Tomé nota del calor agobiante y la ausencia de aves, las mismas que cada mañana me reclaman las migas de pan que les ofrezco. La falta de viento, los árboles inmóviles, las calles de tierra desiertas, el panorama esperable cuando uno fantasea con este tipo de lugar común.
Por reflejo fui a la playa. Parado frente a un mar enmudecido me río solo. En esta situación me viene a la mente el final de "El Planeta de Los Simios". Caramba. Que extraños desvaríos toma la mente en circunstancias dramáticas. Luego reaccioné pensando en vos, tu carita en la ventana del micro, el beso con gusto a cereza de tu lápiz labial y un perfume danzando amores en mi piel. 
Tome una rama y recorrí kilómetros a través de la arena escribiendo "Te Quiero, Te necesito" una y otra vez.
Exhausto, fui a las rocas de la escollera  a mojar mis pies y tomar descanso. La espuma acariciaba mis tobillos y una ola mansa trajo restos de basura vaya a saber de dónde. Suspirando, decidí volver a casa no sin antes pasar por el almacén a cargar víveres y unas cuantas botellas de alcohol. Me sentí ridículo dejando la plata en la caja pero no puedo cambiar en un instante los hábitos de toda una vida.
Cené a la luz de las velas por falta de energía  y obviamente caí en una profunda depresión. Tomé de la biblioteca  "Soy leyenda" y un par de libros de Bradbury.  Al día siguiente tendría que organizarme y los usaría de guía para manejarme. Algo así como: "Fin del mundo para dummys". Para colmo, siempre fui un completo inútil para todo trabajo manual. Me emborraché con apenas dos tragos de licor. Es que jamás había tomado. Un papelón. Hasta ahora como héroe del final dejaba bastante que desear.
El nuevo día repitió las ausencias.  Me preparaba para las nuevas tareas a realizar cuando decidí sin razón aparente, volver a la terminal de micros, Busque el andén 14, aquel de donde la vi partir. Y allí estaba, inmenso, de doble piso, el interno 3026, el mismo que la transportó a la gran ciudad.
Soy especial para esas cosas. Viejo apostador de quinielas y tómbolas, si algo no se me escapa son los números de toda clase. Presto especial atención a estos detalles, fila de asientos, patentes de autos, lo que sea. El mastodonte lucía impecable como recién salido del lavadero. Subí la escalera buscando el asiento 33. Lo encontré ocupado por un pequeño papel enrollado en lo que seguro fue la punta de una rama. Estaba húmeda y tenía restos de arena. El papel borroneado estaba escrito con el mismo labial cereza. "Yo También Amor, Yo También".

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