Al final resultó un cliché.
Un día despertás y todo desaparece.
Abrí los ojos ante el
silencio. Tomé nota del calor agobiante y la ausencia de aves, las mismas que
cada mañana me reclaman las migas de pan que les ofrezco. La falta de viento,
los árboles inmóviles, las calles de tierra desiertas, el panorama esperable
cuando uno fantasea con este tipo de lugar común.
Por reflejo fui a la playa.
Parado frente a un mar enmudecido me río solo. En esta situación me viene a la
mente el final de "El Planeta de Los Simios". Caramba. Que extraños
desvaríos toma la mente en circunstancias dramáticas. Luego reaccioné pensando
en vos, tu carita en la ventana del micro, el beso con gusto a cereza de tu
lápiz labial y un perfume danzando amores en mi piel.
Tome una rama y recorrí
kilómetros a través de la arena escribiendo "Te Quiero, Te necesito"
una y otra vez.
Exhausto, fui a las rocas de
la escollera a mojar mis pies y tomar
descanso. La espuma acariciaba mis tobillos y una ola mansa trajo restos de
basura vaya a saber de dónde. Suspirando, decidí volver a casa no sin antes
pasar por el almacén a cargar víveres y unas cuantas botellas de alcohol. Me
sentí ridículo dejando la plata en la caja pero no puedo cambiar en un instante
los hábitos de toda una vida.
Cené a la luz de las velas
por falta de energía y obviamente caí en
una profunda depresión. Tomé de la biblioteca "Soy leyenda" y un par de libros de
Bradbury. Al día siguiente tendría que
organizarme y los usaría de guía para manejarme. Algo así como: "Fin del
mundo para dummys". Para colmo, siempre fui un completo inútil para todo
trabajo manual. Me emborraché con apenas dos tragos de licor. Es que jamás
había tomado. Un papelón. Hasta ahora como héroe del final dejaba bastante que
desear.
El nuevo día repitió las
ausencias. Me preparaba para las nuevas
tareas a realizar cuando decidí sin razón aparente, volver a la terminal de
micros, Busque el andén 14, aquel de donde la vi partir. Y allí estaba,
inmenso, de doble piso, el interno 3026, el mismo que la transportó a la gran
ciudad.
Soy especial para esas cosas.
Viejo apostador de quinielas y tómbolas, si algo no se me escapa son los
números de toda clase. Presto especial atención a estos detalles, fila de
asientos, patentes de autos, lo que sea. El mastodonte lucía impecable como
recién salido del lavadero. Subí la escalera buscando el asiento 33. Lo
encontré ocupado por un pequeño papel enrollado en lo que seguro fue la punta
de una rama. Estaba húmeda y tenía restos de arena. El papel borroneado estaba
escrito con el mismo labial cereza. "Yo También Amor, Yo También".
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