lunes, 27 de julio de 2009

(Ayer) Éramos Todos Pinochos e Inadaptados...

"...¡Sos Un Inadaptado Social!...! Me lo disparó con la cara roja de furia y las manos crispadas tratando de controlarse para no pegarme. Tenía 15 años y una parejita amiga quizo "hacernos gancho" como se decía en aquel entonces. No me lo dijo porque hiciera alguna maldad o fuera un asaltante de bancos, que va... Me lo dijo porque en todo el encuentro no supe que decirle. Nunca me salió la charla banal o me manejé bien con la coreografía hipócrita e inútil que precede a los dos segundos en los que vós y la otra persona saben si se caen bien o no. Todo lo demás es una pérdida de tiempo y yo sabía que ella me había descartado ni bien me vió.
Me reía con Susanita, el personaje de "Mafalda" cuando agarraba una escoba, la inclinaba como si fuera a besarla y le decía; "Conozcámonos y Páfate! Ahora la entiendo porque ¡que embolante es hablar de otras cosas hasta llegar al punto exacto! horas, días, años, dando vueltas cuando en realidad el tema era: Mirá, me gustas mucho, quiero besarte hasta morir y después que el Diablo nos lleve pero claro, en la intimidad y ya curtidos es bueno, siendo un desconocido, la niña en cuestión llamará a las fuerzas del orden mientras corre por su vida.
En verdad, quería saltearme los cuestionarios: ¿venís siempre acá? (Si era un Boliche Bailable o Club) ¿De qué signo sos? ¿Que música te gusta? y ahí, chau! se acababa la conversación.
Mis amigos (Los casamenteros frustrados) vinieron amargados todo el viaje de vuelta y me mirában a través de una nube de silencio incómodo. Creían que estaba mortificado y la verdad, es que estaba fascinado. Esa mujer, me había definido de una vez y para siempre.
Es que realmente no encajábamos. (Mis amigos y yo, no se olviden que hay otros, no sean así che!) Mucha literatura, música, charlas de café, arreglábamos el mundo, pero este no nos daba bola. Las cosas marchaban por otro lado y uno sabía que la situación se ponía rara a nuestro alrededor cada vez que intentábamos ser simpáticos.
Así fué que aprendimos las lecciones crueles de la adolescencia mientras repartíamos tarjetas para Juan de los Palotes en Ramos con la excusa de juntar para el viaje de egresados mientras veíamos que las minas lindas se íban tarjeta en mano con nuestros compañeros "facheros" y que al final de la noche, sólo nos habíamos cagado de frío en la barrera de la estación de Ramos Mejía.
Y entonces fuí tras ella, la que realmente quería. Empecé a invitarla a todos los recitales de rock y ella dijo sí, a pesar que la cosa mucho no le íba. Le prestaba libros como el de Rabindranath Tagore marcándole pasajes para ir avanzando en el terreno y ver si respondía y ella, me lo devolvía marcando otros que me dejaban más confundido que antes.
En fín, comencé una partida de ajedrez con la mujer de mi vida. Ella manejaba las piezas con astucia y maestría. Yo, con la sutileza de un cascotazo.
Caminaba horas y horas haciendo "inteligencia" sobre sus horarios de escuela, inglés o lo que fuese para cruzarme con ella dos segundos y ¡Hola, que casualidad! ¿Te acompaño? y todo así. Hasta que una noche en "For Export" el boliche más lindo que tuvo Ramos, (El que se entraba por un ascensor, se acuerdan?) decidí que esa era la noche, que me la íba a jugar y le hablaría. Ya me hacía la película, le pondría las manos dulcemente en la cara, la acariciaría, la miraría a los ojos y el universo por fín, entraría en razones.
La ví a a través de la pista rodeada de amigas, tan bonita y distante, sé que de reojo estaba atenta a mis movimientos y entonces, respirando hondo y temblando, fuí...





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